Hoy se acabó el primer curso de VEINTE clases, con el maestro Bencomo. Ni él mismo sabe, si continuará en las instalaciones de la escuela, o si seguiremos en vacaciones, con sede en algun Starbucks.
¿Extrañaré su clase? lo más probable es que sí. Ya no se. Por casualidad, llegó a su fin, cuando mi alma decidió llegar al desenlace de uno de los capítulos dramáticos de mi vida.
Llegué a ése curso, con ganas de desahogar todos mis sentimientos reprimidos y confundidos. Además de ser una fuente de conocimiento, también me sirvió de terapia. Porque de alguna manera, sentí como si los mismísimos autores, me estuvieran contando sus anécdotas; como si me enseñaran, me guiaran, me consolaran. Como si quisieran ayudarme, para que el golpe de la caída, no fuera tan duro.
¡Vaya que me ayudó! Fueron mis amigos, mis confidentes...solo ellos podían entenderme.
Fue tal la alegría de por fin sentirme comprendida, que cada vez que me alejaba de todas esas cartas, me sentía enferma.
Compartí con ellos todo el sufrimiento, y los recuerdos de los mejores momentos ,a través de cartas que han superado y superarán las barreras del tiempo.