Estoy en el punto donde un pepino se siente más feliz y realizado, mientras "vive" encerrado en un refrigerador; que yo, caminando por las calles del D.F. y con un montón de smog entrando a mis pulmones.
La próxima semana buscaré un trabajo.
Hoy en el metro vi a la gente y me puse a pensar. ¿Qué pensarán todos de los demás?
Vi a un chico que entró al mismo vagón que yo, y traía una maleta negra de rueditas. Lo ví, lo examiné. Traía en su muñeca izquierda un gran reloj blanco con detalles plateados, de esos que dicen "mírame, estoy aquí y róbame; ya te tardaste". Una sudadera azul cielo, de esas que llaman demasiado la atención y que mi yo interna piensa "jamás usaría un color así de brillante". Con una cara de puchero, de estar pensando, preocupación y asco.
"Cualquiera podría pensar que éste chico llega o va a un aeropuerto, de vacaciones tal vez. Pero yo creo que él acaba de escapar de su casa, no sabe a dónde va, pero va. Qué hará luego de salir del metro...no tiene una idea. Solo que ya está afuera y no puede regresar. No lo va a hacer.
Pobre, no volverá a tener aquellas comodidades..."
El metro es un lugar gracioso.
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