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martes, 27 de marzo de 2012

Recuerdo cómo me motivó aquel hombre, cuando por primera vez la confesé a alguien mi deseo por llegar a lugares donde nadie quiere ir.
-Podrías ser otra Gabriela Mistral...
Mis ojos brillaron y mi corazón se aceleró, sonreí efusivamente: "sí, así quiero ser".

Tiempo después analicé el momento, las clases epistolares. Por mi mente rodó aquella escena a medio día de una temporada de vientos fríos, con los rayos del sol iluminando el pasillo, mientras caminaba al lado de ese hombre que portaba traje sastre y sus eternos libros antiguos a la mano.

Fue todo un placer en ese instante, pero ahora pienso en Gabriela Mistral del amor contrariado...

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